Wednesday, March 13, 2013

El último concierto


 


He visto jugadores de fulbo opacados por otros. He visto jugar a Pelé y a Tostao en equipos diferentes (no cuentan los seleccionados nacionales) a Maradona y a Borghi y otros que se me escapan (ayuda de mis amigos futboleros) pero en el mismo equipo y por tanto tiempo, al mas talentoso y brillante jugador contemporáneo al lado del mas grande futbolista de la época, no recuerdo otro caso.En el partido de la víspera entre Barcelona y Milan me di cuenta a los 10 minutos de comenzado de que debía dejar de arrobarme por la impredecible carrera o gambeta de Messi y dedicarme a observar detenidamente (tanto como me lo permite la TV) al genio detrás del genio, al artífice del juego de su equipo, al poseedor del inmenso talento natural que le permite además de entender el juego (y jugarlo) pasear por el campo  (siempre libre) en los lugares donde no hay tránsito, jamás y cuando digo jamás es nunca, chocar contra adversarios (me acordé de un sabio conocedor del fulbo, argentino él, que enseñaba: jugar al fulbo es igual que manejar un auto en el tránsito de la ciudad, tenes que tratar de no chocar) Iniesta es el prototipo de la contradicción del juego mismo: es el pensante improvisador, es el cerebro del ajedrecista que anticipa jugadas que darán mate o goles y es en definitiva el fanático a ultranza de la primera premisa del único juego en el que un sólo útil se disputa (y con los pies) entre 22 jugadores: cuando la tenemos nosotros (la pelota) no la tienen ellos.