Sunday, July 02, 2006

CORDERO DE dios

En la inmensa soledad de un estadio atestado, el mismo que cobijaba las tropas hitlerianas aclamando a su líder, un hombre se retira caminando lentamente, cabizbajo, humillado, convertido en el cordero que entregaremos al sacrificio, ofrendando el último reducto de pureza que le queda a este juego denigrado, comercializado, guarida de los peores sinvergüenzas, desarrollados y no, bilingües o analfabetos, jurisconsultos o ferreteros.
Pillos llenando sus faltriqueras, “ferpleyando”el juego mientras se ensucian manos y conciencias. el cordero, sus ojos tristes sin remedio, se retira. Un extraño personaje, mezcla de boticario y actor de reparto, devenido en poderoso pretor, baja el pulgar, ordena la salida.
Un suspiro de alivio, camuflado en una rechifla, recorre el estadio y se derrama en 200 millones de televisores, diez minutos más, sólo diez minutos, se quejan de este lado, diez minutos más, sólo diez minutos nos alcanzan dicen los de aquel lado.
El ojo colorado mira al cordero y lo expone al mundo, inexpresivo, sus ojos tristes miran el suelo, sentado, se ve tan indefenso que duele pensar en sus pies maravillosos quietos, colgados de sus piernas, resignados al forzado descanso.
El final, no solo es previsible, es también tan triste como los ojos de Juan que no se muestran, tal vez para que la vergüenza de los otros no se note tanto.